Cuando la compré estaba casi destruida, cualquiera la hubiera desechado porque parecía un yuyo! La cuidé (bah, "la cuidé"... la puse en un tronquito y de vez en cuando me acordaba de pulverizarla con un poco de agua, ella se cuida sola!) le presté atención al principio, cuando ví que se puso fuerte, la dejé ser y el primer verano me regaló una flor, con un delicado aroma a vainilla. Al año siguiente me dio tres flores! yo estaba feliz! y después de eso no floreció más! estuvo dos largos años sin dar flores ni mostrar crecimiento (apenas un pseudobulbo/hoja nueva o dos al año! eso no es crecer! es apenas sobrevivir!) confieso que me alarmé, ahí sí que la cuidé y nada... le hablé, le canté, le puse música (ademas de agua y fertilizantes, qué creen!) le mostré fotos de otras brassavolas tuberculatas en flor para que tenga celos, la insulté! le dije --pero cómo me hacés esto! inadaptada! si vos sos de acá! yo te conozco y ya floreciste!-- la amenacé con hacerla al wok con cebollita de verdeo y zanahorias y nada... nada de nada! al final, me rendí y la dejé ser, otra vez, y que sea lo que tenga que ser. A veces por más que uno trate, las cosas no van.
Cuando me mudé me la traje, en su tronquito, raquítica, y la puse en la ventana de la cocina, mirando al norte y abajo de la pérgola de glicinas.
No sé si fue el aire, o la luz, o la vista, o los pájaros... ni idea! a lo mejor fue la compañía de tanto verde que se animó y miren, comprueben por ustedes mismas!! las fotos no están repetidas! cada una es un ramillete distinto
son cinco flores en un grupo y seis en el otro. Y una más que no la saqué porque está entre el tronco y el vidrio con vista privilegiada a la cocina!
Aquí un acercamiento a la flor
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